El agua que avanza sin prisa y sin pausa como el tiempo.

Que todo lo arrasa hasta que nada queda, ni siquiera los recuerdos.

Y una grieta que siempre se vuelve a abrir, por donde se filtra algo más que agua.



La ciudad está completamente inundada.

Dos amigos se refugían en una terraza en Villa Crespo.

¿Qué pasó con el resto de la gente? No lo recuerdan.

¿Qué pasó con ella? Puede que no haya sido más que un sueño

Y como en lo sueños pasado y presente coexisten, se entrelazan, se confunden.

Jamás sabrán hasta donde la memoria inventa o exagera lo que desconoce.

El agua de lluvia en cambio es real, se siente en la cara.

¿Cuánto tiempo habrá estado lloviendo sin cesar?

Quizás la terraza ya no sea ese lugar seguro.


El proceso

Luego de un año y medio improvisando e investigando (partiendo de las profecías del artista plástico Benjamín Salvador Parraviccini y de textualidades de diversos autores como Samuel Beckett, Harold Pinter o el argentino Eduardo “Tato” Pavlosvky) se gestó un universo tan extraño y poético como verosímil: en el marco de una Buenos Aires, no muy lejana en el tiempo, en la que el Río de la Plata desborda inundando toda la ciudad, dos hombres quedan atrapados en su terraza disputándose la vida.

Ensayo a ensayo agregábamos, sacábamosy cambiábamos. Se fue constituyendo un texto. Un texto que crecía en cuerpo y voz, y que en un momento dado nos demandó la inclusión de un tercer personaje. Y lo escuchamos.

Veníamos experimentando con tiempos no lineales y universos muy distintos entre sí, pero su lógica interna no la habíamos descubierto. Aquella primer imagen embrionaria de dos hombres en una terraza mientras la ciudad se inundaba se había resignificado, como todo el relato. Todo empezaba a tener múltiples sentidos, el agua ya no era sólo agua, la terraza era más que una terraza. Esto ameritaba un hondo análisis para saber cual era el potencial del material y así poder sacarle el mayor provecho posible. Decidimos que era necesario parar de ensayar para darle cabida al ensamble de todas esas imágenes que habíamos estado probando: bajarlo al papel -o a la pc-.

Una vez concebido el texto como obra empezó otra etapa. Hay una estructura que contiene un recorrido, hay un comienzo y un final. Es momento de transitar ese recorrido, de ponerle el cuerpo. Pero nunca descartamos la posibilidad de acribillar el texto de acuerdo las necesidadesde los actores y al interés por sacar el mayor provecho a la teatralidad de cada parte relato y a la de la suma de ellas.

Los avances de una semana a la otra saltan a la vista. Sin embargo, en esta instancia -de prueba y error-, el esfuerzo por concebir una totalidad armónica es inútil. La obra con todos sus componentes del relato funcionando como una maquinaria de relojería todavía es una utopía.

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